Asumir lo que el otro produce en mí es hacerme uno con la existencia del otro. Como humanos vivimos una existencia en la que nos sentimos separados de aquello de lo que formamos parte. Nuestro ser individual, personal se separa de su fuente para explorar la realidad material y conocerse generando paso a paso un camino de desarrollo de la consciencia como ser particular. Sin embargo el alma, recuerdo de la chispa divina en nosotros, añora y busca el estado de unidad. Así, llega un momento en este viaje de la vida en el que tenemos la oportunidad de abrirnos poco a poco a resonar con eso que en principio vemos como el otro, el afuera, y que nos produce un efecto de atracción y rechazo de acuerdo con nuestros condicionamientos, deseos, expectativas, creencias e historia personal. Buscamos aquello que creemos no tener y rechazamos lo que sentimos que no tiene que ver con nosotros, como si hubiese algo el el universo de lo cual no formásemos ya parte… Explorar el odio y el amor nos lleva a entender los misterios del mundo de la forma, donde cada cosa tiene su límite y definición. Aprendemos a través del juego de los opuestos que finalmente nos muestra la totalidad con sus infinitas posibilidades de expresión. “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera” (principio de correspondencia desarrollado en El Kybalión )
Nos empezamos a abrir, pero como todo en esta realidad dual se manifiesta con su otra parte, abrir nos lleva simultáneamente a cerrar-separar. Somos alguien-algo queriendo incluir al otro que está afuera, queremos ser uno con el otro porque no lo sentimos parte nuestra. Nuestros sinceros esfuerzos por hacer algo por alguien al que vemos, por ejemplo, sufrir son acompañados por el deseo de que no sufra más, de que deje de estar en la situación que vemos produce dolor. Si en ese momento nos preguntásemos: quién está sintiendo dolor ahora? Quién está queriendo dejar de sentir lo que está sintiendo? Nuestra sincera respuesta tendría que ser Yo. Los que estamos sufriendo somos nosotros mismos y ese dolor se despierta cuando interactuamos con ese afuera al que sentimos ajeno y al que “vemos” y “sentimos”sufrir. Para descubrir el dolor necesitamos que algo (interna o externamente) suceda para manifestarlo y así experimentarlo, conocerlo. Si algo duele, nos duele. Entonces sentir compasión por otro es registrar eso que el otro produce, despierta en nosotros y no seguir viéndolo como eso que está sucediendo fuera y que solo podemos acompañar. Asumir nuestro propio dolor, enojo, alegría, etc ante un ser con el que empatizamos es ser uno con ellos. No se siente compasión de sino con otro. Solo podemos integrar aquello que reconocemos en. El movimiento es siempre hacia adentro aunque este adentro sea solo una ilusión. Hay emociones que los demás despiertan en nosotros y que nos cuesta especialmente asumir, re-conocer, por ejemplo el odio, el rechazo, el enojo… Si alguien o algo nos lastima no es fácil sentir compasión, asumir ese daño en nosotros, como parte de lo que estamos experimentando al sentirnos separados del estado de unidad. El afuera nos causa un daño y nosotros somos víctimas de ello. Asumir que no podemos experimentar lo que no existe ya en nosotros es muy difícil. Solo podemos asumir el dolor si hemos asumido antes el ser parte de la totalidad. Reconocer la sombra solo es posible si ya no podemos verla como separada de la luz y viceversa.
Puedo asumir el dolor en mí cuando tengo a la vez incorporada la alegría
Sentirnos separados es asumir solo una parte y rechazar otra. Hacernos cargo de que el enojo que sentimos se produce en nosotros y no en el afuera que lo despierta, es el camino para reconocerlo y trascenderlo. Lo que reconocemos se hace consciente y no necesita ser rechazado. Intentar incorporar algo aislado del todo del que forma parte es una experiencia que solo aumenta el sufrimiento y la soledad. Nada existe por sí mismo y por lo tanto nada puede ser poseído ni controlado ya que no tiene límite alguno, mas que en nuestra mentalidad. La mente separa para conocer ,la consciencia reconoce . Ambos movimientos se despliegan y vuelven replegarse en cada respiración.
Julieta Collado